Líderes Escolares Fortalecidos (II parte) por Salvador Paiz

Líderes Escolares Fortalecidos (II parte) por Salvador Paiz

La semana pasada compartí algunos hallazgos de la investigación “Líderes Escolares Fortalecidos”. En ella se identificaron cinco áreas clave para promover el liderazgo efectivo en la comunidad educativa. La gran pregunta es, ¿cómo fortalecemos el liderazgo en nuestras comunidades educativas para lograr los cambios que urgen en nuestro sistema?

Como mencioné en la primera parte de esta serie, en su investigación, el grupo identificó cinco áreas clave para promover un liderazgo efectivo en docentes y directores: (i) autonomía escolar para la toma de decisiones, (ii) flexibilización curricular y evaluación en el aula, (iii) formación y fortalecimiento de las competencias digitales, (iv) liderazgo compartido y (v) bienestar socioemocional. Trabajar en estas áreas permitiría fortalecer el liderazgo escolar y así lograr los cambios estructurales que nuestro sistema educativo necesita.

De esta manera se establecieron una serie de recomendaciones para que las comunidades educativas, en diferentes contextos, puedan vivir esta transformación, fortalecer buenas prácticas y lograr que miles de docentes y directores de la región sean empoderados y se conviertan en verdaderos líderes. Este me parece un aporte valioso para nuestra sociedad. No obstante, vale la pena “chapinizarlos” y enfocarlos a las necesidades de nuestro país, para poder lograr un mayor impacto. 

Primero, hablemos de burocracia. La “tramititis aguda” en Guatemala nos ha hecho sufrir a todos, en especial a directores de centros escolares, docentes y supervisores departamentales. La cantidad de trámites administrativos y diligencias que ellos tienen que hacer para poder avanzar. Por ello, la primera estrategia debe focalizarse en otorgar capacidades de decisión a los directivos de los centros educativos. Los directores deberían de tener la autonomía para decidir sobre ciertas estrategias o acciones a implementar en su escuela, en lugar de pasarlo antes por supervisión departamental. Esto brindaría cierta flexibilidad para actuar según ciertos contextos, nadie mejor que ellos conocen las necesidades de sus alumnos y familias. No significa que las comunidades se deban aislar, más bien, deben asumir y apoderarse de sus roles y responsabilidades para hacer lo necesario para lograr su objetivo final: garantizar el aprendizaje y bienestar de sus estudiantes. 

Una manera de lograr esta autonomía para cada centro educativo sería estableciendo redes de colaboración que involucren a las mismas autoridades ministeriales. En estas redes, los directores podrían compartir desafíos y deliberar sobre las problemáticas que enfrentan. Se debe fortalecer la interacción entre los líderes escolares de la comunidad y supervisores ministeriales, a través de espacios participativos, para que las decisiones sean tomadas de manera informada y consensuada. Esto requiere un proceso de formación para directores y docentes, para fortalecer buenas prácticas como las habilidades para la toma de decisiones (basadas en evidencia) y rendición de cuentas. Por su parte, las autoridades deben reconocer los esfuerzos de las mismas comunidades. Aplaudir los logros, tener apertura y fomentar el aprendizaje de los procesos que no salieron como se esperaba, para encontrar una salida o solución adecuada. 

La segunda recomendación es desarrollar un plan de evaluación y flexibilización curricular, de manera estratégica. Se debe buscar un balance entre: analizar los niveles de desempeño y buscar oportunidades de mejora. Se recomienda que las autoridades educativas diseñen instrumentos de evaluación diagnóstica y formativa, que sean accesibles para todas las comunidades. Pero además, que estas evaluaciones permitan que las autoridades de las comunidades puedan definir un plan de acción para acoplar el currículum a las necesidades de sus estudiantes, priorizando las áreas de más necesidad. Recordemos que la situación no será la misma en todas las comunidades, por eso esta recomendación busca incentivar dicha flexibilidad. 

La tercera recomendación es priorizar la certificación y capacitación de competencias digitales en docentes. Persiste una brecha digital inmensa que nos impide sacarle el mayor provecho a estas herramientas. Es importante fomentar las alianzas público-privadas para garantizar estos procesos de formación y, sobre todo, certificación. El trabajo que se realiza en Funsepa es un buen ejemplo de esto. La adecuada formación digital de docentes y directores conllevan beneficios que van mucho más allá, no solo para mejorar en estrategias pedagógicas dentro del aula, sino también para agilizar procesos administrativos. 

La penúltima recomendación se centra en priorizar el bienestar socioemocional de los docentes. Sin lugar a dudas, la pandemia supuso ser una carga inimaginable para muchos, y generó un desgaste emocional. Es importante crear y promover espacios de atención emocional para docentes y equipos directivos. En nuestro país, existe un protocolo de apoyo emocional para el regreso a clases enfocado en estudiantes. Sin embargo, no existen procedimientos que puedan ayudar a los docentes en este trayecto. Tenemos que generar esos espacios y demostrarles que no están solos en esto. Recordemos que, para que todo salga bien, necesitamos que ellos estén bien. Estos espacios de psicoeducación, que ayuden a velar por el bienestar de la comunidad entera. 

Finalmente, debemos ordenarnos. Debemos trabajar en conjunto para realizar una consolidación de recursos y esfuerzos que nos permita a todos aprender de las buenas prácticas de otros. Ojalá se logre centralizar toda esta información en un banco de recursos que permita a los líderes educativos encauzar y facilitar el cumplimiento de su objetivo principal: mejorar el rendimiento de sus alumnos en el aula. 

Ciertamente nuestro sistema educativo cambió, y esto es bueno. Es más, ojalá no vuelva a ser el mismo. Pero para ello, necesitamos a líderes fuertes que quieran y puedan asumir el gran reto de sostener estos cambios. Son muchos los factores que determinan la calidad educativa, pero una de las variables más vinculantes de la misma es el docente. Si queremos mejorar el sistema, es necesario establecer un plan de fortalecimiento de la profesión docente y eso incluye fortalecer sus habilidades de liderazgo. Estas cinco recomendaciones nos pueden ayudar a lograrlo. 

www.salvadorpaiz.com 

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