"Cierre de escuelas" por Roberto Moreno

"Cierre de escuelas" por Roberto Moreno

Evidencia apunta a la urgencia de reabrir los sistemas educativos.

Recientemente me compartieron un artículo de David Leonhardt, publicado en el New York Times, el cual hace referencia a la situación de los establecimientos educativos debido a la pandemia. Como el autor indica, sigue habiendo un número considerable de centros escolares cerrados. Según él, esto es sorprendente, pues el debate sobre cierre de escuelas y COVID-19 pareciera estar resuelto. Hay consenso en que los estudiantes aprendieron mucho menos al tomar clases de forma remota y que su salud mental se vio afectada cuando no fueron a la escuela varios meses en 2020 y 2021. La situación ha ido cambiando. Ahora, en vez de abarcar la totalidad de centros escolares, la práctica vigente aún lleva al cierre de determinadas escuelas, salones de clase o grupos de estudiantes, de conformidad con las “burbujas” de contagios detectadas. 

El autor comparte los resultados de una encuesta realizada a cerca de 150 mil padres de familia en Estados Unidos de América. Los hallazgos son alarmantes, pues enfatizan en que continúa una pérdida significativa de horas efectivas de aprendizaje. En enero de este año, por ejemplo, según reportan sus papás, más de la mitad de los estudiantes contemplados en la muestra perdieron por lo menos tres días de clases. Cerca de una cuarta parte perdieron más de una semana y un 14 por ciento perdió nueve o más días de clase. Para millones de estudiantes, la escuela sigue estando lejos de la normalidad. 

Los datos evidencian la forma en que los cierres de establecimientos alteran la educación de los menores y trastocan la rutina de los papás. Pareciera que la idea convencional de recibir clases presenciales cinco días a la semana, en un horario fijo, sigue siendo incierta. La irregularidad en el funcionamiento de las escuelas y la falta de una rutina sigue causando un rezago en la educación de los estudiantes, sobre todo la de los más pobres. Los expertos señalan que la regularidad en las actividades contribuye al sentido de estabilidad de los niños y jóvenes. Por ello, aunque se trate de cierres cortos y/o temporales, el impacto a corto, mediano y largo plazo es profundo. 

La encuesta también muestra lo complicado que ha sido para los padres de familia acoplarse a estos cambios, sobre todo para quienes han regresado a sus actividades laborales ordinarias. Muchos papás no pueden trabajar desde casa y les ha sido difícil encontrar una fórmula para atender a sus hijos cuando están tomando clases virtuales. Quienes han debido ocuparse de sus hijos han tenido que dejar de trabajar momentáneamente, en detrimento de las finanzas familiares. Otros señalan lo complicado que ha sido compartir recursos y tecnología cuando todos trabajan o estudian desde casa. 

El autor concluye que, aunque difícil de responder, la cuestión es si el cierre de escuelas está generando más bien que mal. Mientras que algunos han optado por el cierre completo ante el surgimiento de casos, otros han pedido a quienes estén positivos por COVID-19 o que han estado en contacto con alguien enfermo que permanezcan en casa. En algunos casos, esto ha hecho que muchos establecimientos no cuenten con suficiente personal para atender a los estudiantes. Aunque uno comprende la cautela de las autoridades, también hay que colocar sobre la balanza la ansiedad que se genera, los daños sobre el progreso educativo, la salud mental y la situación de las familias. Interesante reflexión para Guatemala, en donde, dos años después de la aparición del primer caso de coronavirus, miles de centros educativos permanecen cerrados.

https://elperiodico.com.gt/opinion/opiniones-de-hoy/2022/03/04/cierre-de...

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