Innovación Docente por Roberto Moreno G.

Innovación Docente

Ideando nuevas concepciones del salón de clase.

Cuesta superar la inercia provocada por las tradiciones. Las cosas permanecen estáticas, como si estuvieran congeladas en el tiempo. Las imágenes de muchos salones de clase son un buen ejemplo de ello, como si la educación hubiera evolucionado poco en el último siglo. Algunos anticipaban décadas atrás que los libros y los pizarrones serían especies en peligro de extinción, lo cual no sucedió. Otros auguran ahora que ello pronto cambiará, pues las nuevas tecnologías provocarán grandes cambios en la dinámica de las aulas y en la concepción de los ambientes de aprendizaje del futuro. Enfrentamos esquemas disruptivos, que serán planteados por educadores innovadores, dispuestos a retar el sistema y a ensayar nuevas modalidades. Ya veremos si las prácticas propuestas cambiarán significativamente las cosas o si el poder de la costumbre seguirá haciendo su trabajo.

Hace unos días me compartieron un artículo de EDUCAUSE Review sobre las principales competencias requeridas por el profesorado para promover la innovación en las universidades, cuyos autores son Rachel Niemer y Michael Goudzwaard, Directora de Iniciativas Académicas Estratégicas en la Universidad de Michigan y un diseñador de aprendizajes del Dartmouth College, respectivamente. Como ellos señalan, hay muchas variables que inciden en la capacidad para innovar: creatividad, iniciativa, emprendimiento, visión, trabajo en equipo, actitud para de toma de riesgos y para desafiar el statu quo, pensamiento crítico, colaboración, establecimiento de redes, liderazgo, percepción, confianza en sí mismo, comunicación efectiva, flexibilidad, curiosidad intelectual, autoeficacia e identificación de problemas. La cuestión es conocer el peso relativo de cada una. Para esclarecer el asunto, los autores presentaron esta lista a un grupo de colegas de varias instituciones de educación superior, solicitándoles que identificaran aquellas que eran críticas para innovar. Posteriormente, les preguntaron cómo afectaba el clima organizacional la generación de cambios en las prácticas educativas.

La discusión aportó varios temas y hallazgos. Las innovaciones educativas redundan en muchos beneficios, pues ayudan a ampliar lo que un individuo aprende de una iniciativa, mejoran la calidad de las experiencias, permiten que los beneficios lleguen a un mayor número de personas y establecen rutas para usar los datos y la realimentación obtenida para fortalecer los procesos. Adicionalmente, debemos tener presente que las acciones requieren “combustible”. No debemos olvidar que los catedráticos necesitan incentivos, soporte, recursos, capacitación, reconocimiento y autonomía para impulsar procesos de cambio, especialmente en organizaciones marcadas por la preservación de las tradiciones y del statu quo. Los autores alertan sobre algunos aspectos a considerar en estos ambientes más conservadores. Aparte de asegurarles la estabilidad laboral, es importante que los innovadores muestren un fuerte compromiso y motivación, una visión optimista del mundo, capacidad de emprender y un liderazgo efectivo, que les permitirán abrir brechas, persuadir a quienes les rodean, buscar recursos e inspirar a otros a tocar nuevas aguas. Finalmente, los autores del artículo resaltan cinco competencias requeridas por todo innovador, indistintamente de las condiciones de la organización a la que pertenecen: (1) su habilidad de trabajar en equipo; (2) el poder sopesar todas las variables y consecuencias para tomar riesgos de manera inteligente; (3) la capacidad de plantearse metas ambiciosas que reten las prácticas establecidas y el statu quo; (4) una curiosidad intelectual constante, que le haga adquirir nuevos conocimientos y buscar soluciones alternas; (5) flexibilidad para cambiar o corregir la estrategia, en función de los resultados que se aprecien sobre la marcha.

https://elperiodico.com.gt/opinion/2019/07/19/innovacion-docente/

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