Hace unos días encontré de nuevo a Rosa en la universidad. Me saludó con entusiasmo y agradeció la invitación al evento, pues, según me dijo, le ayuda a crecer como maestra. Era evidente su deseo de aprender y mejorar. A igual que otros años, los miembros de la Facultad de Educación de la Universidad del Valle de Guatemala recibieron a más de 300 participantes en el VII Congreso de Educación, el cual giró en torno a la necesidad de innovar los procesos educativos para fortalecer los aprendizajes. Aunque muchos asocian la innovación con nuevas tecnologías, el esfuerzo es mucho más profundo y va más allá del uso de plataformas y de modernas herramientas digitales. Las transformaciones dependen, sobre todo, de las personas. Guarda relación con su capacidad para “ver con nuevos ojos”, abandonar su área de confort, cuestionar los paradigmas imperantes y modificar sus prácticas. Son dichas personas quienes hallan rutas para reinventarse y tener un mayor impacto. En el congreso se contó con las ponencias de especialistas, de “Maestros 100 Puntos” y de otros profesionales, quienes están revolucionando su quehacer en el salón de clases. Muchos profesores están ávidos de estrategias y de ideas frescas, que les ayuden a propiciar una dinámica distinta en el aula y ser más efectivos. Los espacios de diálogo que brindan congresos como este son de gran valor para generar autocrítica y fortalecer nuestro desempeño docente. Siempre ayuda cuando uno encuentra un modelo a seguir.
¿Recuerda usted a los maestros que más influyeron en su vida? ¿Qué hizo que fueran tan especiales? Los estudios evidencian que el factor más importante que determina la calidad de la educación que recibe un niño es la calidad de su maestro. Por ello, muchos se preguntan qué variables inciden en la efectividad docente. Las respuestas coinciden en varios parámetros. Si bien el dominio del conocimiento de la disciplina y la actualización son muy apreciados, muchos de los factores identificados tienen que ver con otros aspectos. Los buenos maestros tienen expectativas altas del desempeño de sus estudiantes y buscan que todos aprendan. Para lograrlo, se interesan en conocer más sobre los antecedentes, necesidades e intereses de cada alumno, provocando aprendizajes significativos. Inspiran confianza y una sensación de proximidad. Son auténticos, tan humanos y falibles como cualquier otra persona. Aquellos profesores que perduran en nuestra memoria se preparan bien. Disfrutan enormemente lo que hacen y proyectan ese sentimiento. Dan estructura y sentido a su labor. Sus planes de clase son conocidos por sus alumnos. Explican con claridad los objetivos, qué actividades realizarán y cómo evaluarán. Brindan a sus alumnos múltiples formas de practicar lo aprendido, instándoles a ver las cosas desde ángulos distintos y a desarrollar su pensamiento crítico. Los docentes efectivos logran involucrar a sus estudiantes y motivarlos para que sean dueños de sus propios aprendizajes, generando experiencias colaborativas y estimulantes. No solo entablan relaciones humanas imperecederas, sino que hacen que su labor trascienda el aula. Evalúan permanentemente su trabajo y buscan la crítica constructiva. Finalmente, cuando uno ingresa en el salón de un buen docente encuentra un ambiente participativo y demandante, que hace sentido, reflejo de un delicado equilibrio entre estructura y flexibilidad. En el aula de un profesor efectivo el propósito de todos es aprender. El lunes se festeja el Día del Maestro. La celebración debe servirnos para valorar la importante labor que realizan los educadores en nuestro país, tanto para beneficio de sus estudiantes, como de la sociedad en su conjunto. ¡Felicidades a los docentes en su día!
https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/06/22/que-hace-a-un-gran-maestro/
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