Mientras fui estudiante en Guatemala y posteriormente en Estados Unidos, me di cuenta de que, en cualquiera de los sistemas educativos, la mentalidad está enfocada en aprender y comprender, en vez de memorizar o centrarse en los apuntes, alimentaba la creatividad, la cual es una actitud básica para la innovación y el desarrollo integral de la persona.
En la actualidad, en la mayoría de las aulas se sigue utilizando maneras de enseñanza donde el maestro pasa a ser el que lo sabe todo y dicta conocimientos a estudiantes que se limitan a escuchar, apuntar, memorizar y repetir esa información. Encima de eso, el ambiente en el aula está controlado por normas represivas y de silencio.
Pero me he dado cuenta de que si logramos cambiar ese esquema de enseñanza llamado “magistral” y propiciamos métodos que cultiven el pensamiento creativo y que estimulen el pensamiento critico, que valoren las ideas, las preguntas y las respuestas diversas, y permiten la participación de los estudiantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje, damos pie a la posibilidad de concebir formas originales e innovadoras para aportar soluciones a cualquier problema. Esto también nos da esperanzas de recuperar un país sumergido en la pobreza y convertirlo en un país innovador.
En la medida que nuestro sistema educativo evolucione y se transformen en un semillero de creatividad e innovación, podremos ofrecer a las nuevas generaciones un mundo de opciones, pues propiciamos no solo su crecimiento como persona, sino su desarrollo profesional para enfrentar el mundo actual y competitivo.
El avance tecnológico es un aliado estratégico en este salto hacia cambio de modelos educativos y la disrupción de paradigmas. Una de estas tecnologías —a escala mundial, está apenas entrando en las aulas de enseñanzas— la realidad virtual (VR), que no solo ha roto el esquema del aula cerrada y del dictado, sino ofrece al estudiante clases que terminan siendo una experiencia en lugar de memorización.
Esta tecnología, usada hoy principalmente en la industria del entretenimiento, permitiría a los estudiantes acceder a las galerías de artes más grandes del mundo, observar de cerca los átomos, la estructura de la anatomía humana o viajar por el sistema solar, todo desde un mismo lugar y así facilitar el aprendizaje de las matemáticas, química o física, ciencias que son base de las oportunidades laborales que el mundo moderno exige.
La creatividad e innovación son base para forjar líderes que sean agentes de cambios.
Por eso, yo insisto en la necesidad e importancia de que el sistema educativo de Guatemala se transforme. Con tecnología que provee continuo aprendizaje para el docente como para el estudiante, la innovación en el aula termina siendo una experiencia placentera, un cambio de cultura que no es impuesto y una habilidad adquirida que se puede utilizar en cualquier campo laboral. Llegar a esto implica empezar por llevar la educación gratuita a todos y hacia todas partes, hasta el último rincón de nuestro país que, junto con la tecnología son la base para levantar la calidad educativa.
Con sistema educativo capaz de promover el desarrollo creativo y la innovación, estaremos ante la posibilidad de la formación de líderes que necesita nuestro país. Muchos de los grandes problemas que aqueja nuestra sociedad o la capacidad de gobernar nuestro país no dependen de títulos académicos, sino más bien de la mentalidad creativa e innovadora, así como del liderazgo, carisma y el buen uso del sentido común, cualidades que ofrecen a las personas, una ventana a las infinitas posibilidades de construir una comunidad, un país y un mundo de nuevas oportunidades para todas y todos.
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