"Aprendizaje robado" por Salvador Paiz
Es un hecho. Los últimos dos años lejos de las aulas de clase han sido una pérdida para los niños guatemaltecos. Es innegable e incuestionable que la ausencia escolar ha provocado enormes rezagos en el aprendizaje. Dejemos atrás el debate de regreso a clases y enfoquémonos en cómo recuperar el tiempo perdido.
La verdad es que los niños y jóvenes de Guatemala han sido víctimas de una tremenda injusticia al habérseles coartado su derecho a la educación. Hace unas semanas se modificaron las condiciones para que los establecimientos educativos (tanto públicos como privados) tuvieran un retorno a clases presenciales. Aun y cuando pareciera que se autorizó con el semáforo epidemiológico en rojo, la normativa y acuerdos publicados por el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) han sido confusos y hasta contraproducentes. Muchos miembros de la comunidad educativa, quienes han estado abogando por la apertura de los centros educativos desde hace meses, celebraron la intención de estas nuevas medidas. No obstante, hay mucha confusión con la implementación de las mismas.
Quizás parte de este titubeo del MSPAS se deba a pronunciamientos totalmente trasnochados del Consejo Nacional de Salud (CNS). Según ellos, el regreso a clases presenciales debió de consultarse y deliberarse con su equipo, y ahora desaprueban el regreso a clases. Es incomprensible que un grupo de profesionales con altos grados educativos siga ignorando la evidencia, continúe provocando daño a la niñez de nuestro país y persista en promover la violación al derecho fundamental de la educación.
Me pregunto, ¿entienden ellos realmente las consecuencias de la suspensión del aprendizaje presencial? ¿En dónde están los niños si no están en las escuelas? ¿Acaso ellos tienen pleno conocimiento de qué están haciendo los niños en lugar de ir a aprender? El problema es mucho más grande de lo que pensamos. No solo se trata de que los niños no estén yendo a estudiar y estén en la calle jugando o perdiendo el tiempo, se trata del aumento de trabajo infantil, se trata del involucramiento de estos niños en grupos delictivos y maras, se trata del enorme atraso en el aprendizaje de los niños, se trata del retroceso de nuestra sociedad entera.
Esta falta de consenso y falta de visión preocupa mucho. Incluso antes de la llegada de la pandemia de COVID-19 la educación en nuestro país se encontraba en la cuerda floja. El retroceso que ha tenido la educación debido a la pandemia nos coloca más en desventaja. Según estimaciones del Banco Mundial, los años de escolaridad en Guatemala apenas llegarán a ser cuatro. De acuerdo con una encuesta mundial de Save the Children, cinco de cada diez niños afirmaron que sienten que han aprendido poco durante la pandemia y que “no entienden la tarea”, mientras 25 por ciento no tiene apoyo en casa para sus actividades escolares. No sorprende el retroceso que hemos provocado en su aprendizaje.
Ya no hay excusas. El mismo MSPAS afirmó que hay una baja incidencia de casos en niños y que los síntomas en este grupo son muy leves. Además, el porcentaje de maestros vacunados ya alcanzó el 90 por ciento. Un analista del Financial Times, basado en información de la Oficina Nacional de Estadísticas de Gran Bretaña, muestra que, aún durante el 2020, el COVID-19 era menos letal para personas menores de 20 años que la gripe estacional o influenza. Hoy hemos descubierto que las nuevas variantes son MUCHO menos letales (¡hasta un 80 por ciento menos!) que la gripe estacional para los menores de 20. ¿Por qué entonces mantener las escuelas cerradas y a todos nosotros adultos circulando?
El regreso a clases lo debemos dar como un hecho y modificar el semáforo para garantizar que suceda en todo el territorio nacional, siempre que se puedan implementar medidas de higiene (escuelas con agua y kits de desinfección). Mientras no surja una variante más letal, el estándar debe ser que las escuelas se mantengan abiertas siempre. Esto debe permitirnos trasladar el debate a cómo vamos a recuperar el tiempo perdido y cómo cerraremos la enorme brecha de aprendizaje creada. Si somos consecuentes con lo que decimos y realmente valoramos la educación de nuestros hijos, debemos volcar nuestra atención y esfuerzos colectivos hacia resolver ese problema de proporciones inimaginables.
No solo tenemos que abrir las escuelas lo más pronto posible, sino que debemos pasar a discutir ese proceso de recuperación del tiempo perdido. No serán años normales de educación como que nada pasó. Tienen que ser años intensos de educación remedial, acompañados de esfuerzos para atraer de vuelta a los jóvenes que decidieron abandonar por completo los estudios, para atender las crisis y traumas emocionales derivados de dos años de encierro, para recuperar los hábitos de sentarse en un salón de clases en lugar de frente a una pantalla de videojuegos, etc.
Como padres queremos creer que la crisis no afectó a nuestros hijos. Eso es una reacción normal y natural producto de nuestro instinto protector. Pero, en la abrumante mayoría de casos, nos equivocamos. Por supuesto que ganaron el año, pero ¿realmente aprendieron? Sí, hacíamos el esfuerzo por conectarlos a sus clases virtuales, pero ¿aprendieron? ¿Estamos seguros de que tienen los conocimientos que habrían tenido para su nivel etario en ausencia de la pandemia? No es para hacernos sentir mal, pero sí es para motivarnos a tomar las acciones necesarias para que nuestros hijos recuperen el tiempo perdido.
El avance de nuestra sociedad reside en la educación, pero parece que las autoridades de salud no lo ven. Es totalmente inmoral lo que le estamos haciendo a esta generación de niños. Ojalá nuestras autoridades se pongan la mano en la conciencia y vean realmente las consecuencias de la suspensión de clases presenciales. Todavía estamos a tiempo de devolverle a nuestros niños este preciado derecho. Que no pasen a la historia como la generación perdida.
https://elperiodico.com.gt/opinion/opiniones-de-hoy/2022/02/10/aprendiza...
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